Pocos días pasan sin que tenga que escuchar lo que considero una burrada cristiana. Puede ser una burrada externa, es decir, referida al conjunto de la sociedad (como que siempre habrá pobres), o una interna, que solo implica a la fe de quien la suelta o, a lo sumo, al conjunto de creyentes (como que hay que sacrificarse para llegar al cielo). Esta última opción que denomino burrada interna, es así al menos en un principio, porque como es sabido, nuestra ideología y nuestras creencias acaban afectando a todo el mundo, porque si considero que abortar es un pecado mortal y pegarle una paliza a mi mujer un tema meramente cultural, amargaré la existencia de la mujer que haya decidido interrumpir su embarazo, y haré oídos sordos a los gritos de la vecina cuando su esposo le dé una tunda de palos.
Cuando escucho determinadas burradas no las defino como tal de forma inmediata, cual si tuviera poderes místicos, pero siempre me hago una pregunta: ¿qué haría Jesús? Porque, obviamente, la persona que trata de poner sus pasos tras los del maestro de Galilea, a quien dice seguir es a él, no a los mandamientos de la Santa Madre Iglesia y a su supuesta tradición si esta no concuerda con la realidad que conocemos del Jesús histórico. Ya sabemos que precisamente una de las acusaciones de Jesús a los fariseos era que colaban el mosquito y se tragaban el camello. A ver si va a resultar que hacemos lo mismo.
Pues de esto va este espacio. No me he licenciado en teología, cristología ni exégesis bíblica (aunque he estudiado de todo ello a reventar), sin embargo hay cosas que me resultan tan sencillas de entender que lo mismo tanta carrera y tanta vaina, o tan escasa capacidad de crítica, lo que han conseguido es sorbernos el cerebro.
Huelga decir que, abierto como he de estar a dicha crítica, mis opiniones no son palabra de Dios, y podrán realizarse todos los comentarios pertinentes llevándome la contraria siempre y cuando la argumentación no consista en «vas a ir de cabeza al infierno», «Dios te va a castigar por tus inmundicias», «anatema» o «eres hijo del demonio». En estos casos me veré obligado, como Dios Omnipotente de esta página, a echarme unas risas y borrar la intervención.
Sin ánimo de ofender, de un cristiano de fe a la fraternidad toda.